En
ese momento, la escritora decidió escribir este libro, bajo la
premisa de Luis Buñuel: “La imaginación no delinque”. Entre las
fantasías caníbales, hay que señalar a Salvador Dalí, que sentía
una verdadera atracción por el mundo de la comida y que era, para
él, una especie de orgasmo. Así, para él, el canibalismo es una de
las manifestaciones más evidente de la ternura. No en vano, soñaba
con hacer más pequeña a Gala, como una oliva y atragantarse con
ella. A la espía más conocida, como es Mata Hari, su marido le
arrancó un pezón de un mordisco, no se sabe si fue por un ataque de
ira, muerto de celos por su afán, mezcla de erotismo y canibalismo;
o de pasión desmesurada. Entre los fetichismos, tenemos a Boris
Vian, que escribía su nombre con algo tan íntimo, como es el
esperma o el romántico Bécquer, que uno de sus sueños era hacerlo,
con una mujer virgen, completamente virgen, en un cementerio.
Cleopatra, por su parte, era conocida por su gran voracidad sexual
que, entre otras cosas, le permitió tener felaciones con miles de
hombres. Incluso, se sabe que, en una única noche, se las realizó a
cien romanos, algo muy normal, vamos.
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