En
este libro, también, nos encontramos con Zenobia Camprubí, que
logró sacar del hoyo al gran Juan Ramón Jiménez, aunque se vio
obligada a abandonar su carrera. También, María Teresa León, que
se quedó reducida a la sombra que Alberti proyectaba, que era muy
difícil de superar, porque el reconocimiento le tardó en llegar, ya
que cuando ambos estaban en el exilio, ella estaba afecada por el
Alzheimer. A parte de las memorias de estas increíbles mujeres,
Espín, por otro lado, busca reclamar dos lugares de encuentro, donde
se debatía la situación de la mujer, que fueron la Residencia de
Señoritas y el Lyceum Club Femenino, cuyos miembros, se conocían,
de manera despectiva, como “maridas”. En estos lugares, se
reunían las mujeres que, en la mayor parte de los casos, se vieron
obligadas a luchar, para conseguir un sitio en la universidad o para
poder estudiar” y que, a pesar de todos sus esfuerzos, nos
encontramos con mujeres que eran capaces de hablar varios idiomas y
que tenían un punto de vista muy cosmopolita. Pero, fuera de la
novela, nos encontramos con un número entre 30 y 40 mujeres, donde
se incluían la actriz María Guerrero o a la infanta Eulalia de
Borbón, que era hija de Isabel II, que se nombra en el libro, ya que
fue muy crítica con falta de formación, que tenían las infantas,
que sólo cosían y bordaban, lo que hizo que fuera el gran escándalo
de su vida.
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