viernes, 2 de marzo de 2012

La invención de Morel (II)


Seguimos hablando de una de las mejores novelas de la literatura argentina, que se escribió durante el siglo XX. Continuamos con la trama de la misma. La mujer, de la que se enamora el propio fugitivo, recibe la visita con frecuencia, de un hombre, que es un científico con barba. Sorprende el hecho de que entre los dos hablan en francés. Morel, al no saber su nombre, la llama Faustine. El fugitivo toma la decisión de contactar con ella, pero ella no reacciona cuando lo ve. Él piensa que ella ha tomado la decisión de ignorarlo, pero sus encuentros con el resto de los turistas es parecido. Nadie en la isla parece darse cuenta de que él está en la isla. Él explica en su novela que sus conversaciones con Faustine tienen lugar semana tras semana y empieza a tener miedo de caer en la locura. De la misma manera en que aparecen los turistas, también, desaparecen. El fugitivo vuelve al museo e investiga, pero no encuentra ninguna evidencia de que antes vivieran allí los turistas. Por esa razón, decide pensar que todo lo anterior ha sido fruto de una alucinación, a causa de un envenenamiento de su comida. Pero, esa misma noche, los turistas vuelven a aparecer, surgiendo de la nada; pero, hablan con él, como si llevaran allí cierto tiempo. Aunque los observa desde cerca, intenta no tener contacto directo con ellos y nota que pasan cosas extrañas, como, por ejemplo, que en el acuario hay copias idénticas de los peces muertos, que se habían encontrado el mismo día de su llegada.
Foto: fuente

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