viernes, 2 de marzo de 2012

Adolfo Bioy Casares o la Invención de Morel (II)


En el año 1932, hubo un antes y un después en su vida, ya que Victoria Ocampo le presentó a Jorge Luis Borges, quien se convertirá en un gran amigo y con quien va a colaborar en varios relatos policiales, con diversos pseudónimos, entre los más famosos tenemos el de Honorio Bustos Domecq. Entre los numerosos premios que recibió, a lo largo de su carrera, nos encontramos con la membresía de la Legión de Honor francesa, en el año 1981; fue nombrado como Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, en el año 1986; el Premio Cervantes y el Premio Internacional Alfonso Reyes, en el año 1990 y el Premio Konex de Brillante, en 1994. Sus restos se pueden visitar en el Cementerio de la Recoleta. El mundo imaginario de este escritor estaba formado por fantasías y en acontecimientos, que no eran fáciles de explicar, aunque también solía aludir al ambiente intelectual de Buenos Aires. Su estilo era depurado y clásico y su literatura nos podía ofrecer una versión paródica del tradicional relato fantástico o policíaco, que se basa en observar lo irreal, eso sí, desde el enfoque de unas lentes humorísticas. Los elementos básicos de esta literatura son, primero, lo cómico y, después, los aterradores. Además, el carácter de los personajes que nos muestra es insensato e incompetente. Por todo esto, su narraciones son conocidas como “comedias fantásticas”.
Foto: fuente

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